
La lógica viene del profeta Daniel, que escribía "Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado". Will entendió que cada tarde+mañana quería simbolizar un año, y que con lo de purificar el santuario de refería a algo más drástico. Entendió además que había que empezar a contar en el 457 a.C., que es cuando Artajerjes I reconstruye Jerusalen, y su templo, así que -457 + 2300 = 1843.
Con una precisión envidiable, pasa otros catorce años estudiando los textos sagrados, y concluye que el fin del mundo tendrá lugar concretamente el 21 de mayo de 1843. Sus seguidores, que eran numerosos, empezaron a saldar cuentas con el mundo terrenal en base a ese dato; vendieron los negocios que ya no iban a necesitar, regalaron sus bienes... Muchos de ellos decidieron, en todo un alarde estético, vestir túnicas blancas la noche del 21 de mayo para agradar al Mesías. No hay que explicar el chasco que se llevó la comunidad la mañana del 22 de mayo de 1843.
Will debió de achacar el error a un lapsus del tipo "¡Ah!, ¡que me llevaba uno!", y pospuso el fin del mundo hasta el 21 de mayo de 1844. Los menos escépticos se prepararon a conciencia para saludar al Señor... pero tampoco pasó nada. Un discípulo retomó la Biblia, el lápiz, la goma y la libreta y dató el tercer fin del mundo para el 22 de octubre de ese mismo año. No creo que sea necesario explicar qué tal le salieron las cuentas.
la biblia habla del segundo advenimiento de Marx?
ResponderEliminarNo, eso lo cuenta la Historia de la Revolución Rusa de Trotsky
ResponderEliminar