Leemos (anonadados de fascinación) en elnortedecastilla, periódico de distribución local de Castilla y León, que cuatro restaurantes vallisoletanos han decidido homenajear al Papa en su visita hispana con la comercialización de tapas de inspiración católica o pontificia.
Puedo comprender el dilema con el que se han encontrado los cocineros, ¿cómo darle una dimensión católica a unas almejitas con piñones? ¿cómo dar a una ensalada de patata dimensión conceptual, carga semántica? Pues es complicado. La segunda opción hubiera sido el formalismo, pero tal vez un bizcocho con forma de cruz o la faz del Su Santidad sobre la superficie de un pastel podría resultar de mal gusto.
¿Cómo resolver este problema? ¿Cómo trascender la dualidad semántico-formal? Solo un cocinero postmoderno podía haberlo solucionado: metanarratividad; es irrelevante la tapa, lo que interesa es el nombre en si mismo. Solo así se pueden parir pinchos tan épicos como Los Siete Sabores Capitales (hurra), La Sacrosanta Empanadilla (dos hurras) o, el más avanzado, El Sermón de las Siete Patatas (triple hurra).
El Sermón de las Siete Patatas. Bigger than life.
yo le propongo otras 2,
ResponderEliminarhuevos pasados por agua bendita
o
torreznos , que no tienen nombre catolico pero
saben como Dios
jeje, perdices flambeadas al Bénédictine
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