1. Cuando Julio Cortázar escribió la traducción de referencia de los cuentos de Edgar Allan Poe en español, utilizó, además de los originales, la versión francesa que había traducido Charles Baudelaire. Baudelaire hablaba un inglés muy rudimentario, pero, aun así logró una traducción muy fiel. A Julio (que era, como nosotros, un convencido seguidor de la Nave del Misterio) le resultó sospechosa su capacidad, y tamién el alto parecido físico de los dos escritores y el paralelismo evidente en sus estilos, de modo que enunció una teoría: Edgar y Charles eran una sola alma desdoblada en dos cuerpos.
Siguiendo la estela de Cortázar, otro caso arquetípico de desdoblamiento es el de dos personalidades tremendamente influyentes en el devenir de sus contemporáneos: Benjamin Franklin y Gregorio Sánchez Fernández, aka Chiquito de la Calzada.
2. Tres siglos antes de destacar como el más grande de los humoristas de la escena internacional, Benjamin Franklin participó de la redacción de la Declaración de Independencia y la Contitución de los Estados Unidos, inventó el pararrayos, el horno metalico, las lentes bifocales, el humidificador, el catéter urinario flexible, el cuentakilómetros, las aletas de buceo y la armónica de cristal, describió la Corriente del Golfo y el Principio de Conservación de la Electricidad, y postuló una serie de normas de comportamiento, las Trece Virtudes, que habían de llevar al hombre a perfeccionarse. Se trata de normas de comportamiento muy estrictas que buscan purgar las fallas de caracter a través de la perseverancia:
Ben postuló sus virtudes con veinte años (1726), y muy rápido se dio cuenta de que se había propuesto una meta demasiado exigente, de modo que decidió acudir a su propia letra pequeña: cultivaría las trece virtudes, si, pero de una en una, en ciclos de una semana por virtud; la semana que tocaba castidad no tenía que ducharse, podía lastimar a quien considerase oportuno, desordenar lo que desease y beber todo el alcohol que le apeteciese. En realidad es una rectitud moral bastante práctica.
2. Tres siglos antes de destacar como el más grande de los humoristas de la escena internacional, Benjamin Franklin participó de la redacción de la Declaración de Independencia y la Contitución de los Estados Unidos, inventó el pararrayos, el horno metalico, las lentes bifocales, el humidificador, el catéter urinario flexible, el cuentakilómetros, las aletas de buceo y la armónica de cristal, describió la Corriente del Golfo y el Principio de Conservación de la Electricidad, y postuló una serie de normas de comportamiento, las Trece Virtudes, que habían de llevar al hombre a perfeccionarse. Se trata de normas de comportamiento muy estrictas que buscan purgar las fallas de caracter a través de la perseverancia:
- Templanza: No comas hasta el hastío, nunca bebas hasta la exaltación.
- Silencio: Sólo habla lo que pueda beneficiar a otros o a ti mismo, evita las conversaciones insignificantes.
- Orden: Que todas tus cosas tengan su sitio, que todos tus asuntos tengan su momento.
- Determinación: Resuélvete a realizar lo que deberías hacer, realiza sin fallas lo que resolviste.
- Frugalidad: Sólo gasta en lo que traiga un bien para otros o para ti; no desperdicies nada.
- Diligencia: No pierdas tiempo, ocúpate siempre en algo útil, corta todas las acciones innecesarias.
- Sinceridad: No uses engaños que puedan lastimar, piensa inocente y justamente, y, si hablas, habla en concordancia.
- Justicia: No lastimes a nadie con injurias u omitiendo entregar los beneficios que son tu deber.
- Moderación: Evita los extremos; abstente de injurias por resentimiento tanto como creas que las merecen.
- Limpieza: No toleres la falta de limpieza en el cuerpo, vestido o habitación.
- Tranquilidad: No te molestes por nimiedades o por accidentes comunes o inevitables.
- Castidad: Frecuenta raramente el placer sexual, sólo hazlo por salud o descendencia, nunca por hastío, debilidad o para injuriar la paz o reputación propia o de otra persona.
- Humildad: Imita a Jesús y a Sócrates. [sic]
Ben postuló sus virtudes con veinte años (1726), y muy rápido se dio cuenta de que se había propuesto una meta demasiado exigente, de modo que decidió acudir a su propia letra pequeña: cultivaría las trece virtudes, si, pero de una en una, en ciclos de una semana por virtud; la semana que tocaba castidad no tenía que ducharse, podía lastimar a quien considerase oportuno, desordenar lo que desease y beber todo el alcohol que le apeteciese. En realidad es una rectitud moral bastante práctica.
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