(...) jamás he sentido interés por ningún tema que no sean los que he tratado durante toda mi carrera: Dios, sexo y muerte. ¿Hay algo más grande y más interesante que eso? Lo dudo. La ventaja que tiene ser tan pomposo y arrogante al pensar que puedes enfrentarte a estos asuntos es que son tan enormes que jamás los acabas. Siempre hay motivos para retornar a ellos. Soy como ese perro atado a... No, espera... Eso era de Beckett, pero no era así. Soy el perro que vuelve a su vómito. Mierda, esta es de Oscar Wilde. ¿Fumas? (...) Ya está: el hábito es el lastre que encadena el perro a su propio vómito. Esa es la de Beckett. Sigamos.

Nick Cave*

Cómo convencerte de que eres otra persona

1. Olga Ivanovna Lazovich Milanoff (en la foto, con cara de perfecta salud mental) era una teosofista montenegrina (¡por qué conformarse con una religión si puedes creértelas todas!), seguidora del gurú, bailarín, filósofo, místico y vividor en general Georges Gurdjieff (en la foto, con cara de perfecta salud mental).

En 1923, Olga vive en el campo con su secta, pero en 1925 está casada con
Frank Lloyd Wright, un señor que hace casas en los EEUU. Olga aporta al matrimonio a su hija, Svetlana Hinzenberg. Svetlana H. se hace mayor y, en 1935, se casa con otro arquitecto, William Wesley Peters. En 1945, a Svetlana H. la pilla un coche. Ahí termina su historia.

2. Svetlana Iosifovna Alliluyeva (Svetlana A.) fue la última hija que Iósif Stalin vio nacer, y le salió un pelín díscola. En 1963 se junta con un comunista indio, Brajesh Singh, que se muere en territorio soviético, y Svetlana tiene algunos problemillas legales al intentar llevarse el cadáver al Ganges. Termina rebotándose y, ya en Nueva Delhi, en 1967, pide asilo en la embajada estadounidente y se establece en Nueva Jersey.

3. En 1970, Olga (o sea, la del punto 1.) llama a Svetlana A. (la del punto 2.). Y todo ese runrun que le había oído al gurú Georges a lo largo de años termina por condensarse en un solo acto: Olga llega una conclusión. Svetlana A. tiene la misma edad que Svetlana H. tendría, y la misteriosa coincidencia de sus nombres hace que a Olga se le encienda una bombilla: tienen que ser la misma persona (después de todo, solo 280 millones de personas llevan nombres rusos). Sus argumentos son tan convincentes que no solo Svetlana A. asume su nueva personalidad, sino que el ex marido de la pobre atropellada,
William Wesley Peters, acepta casarse con ella. Svetlana A.= Svetlana H. Si a William le pareció bien...

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